24 noviembre, 2013

"The adventurers... ... "

Fragmento del capítulo "Pensión Rojo, 1968", del libro ADOLFO ARISTARAIN. UN NUEVO HUMANISMO.    Sergio Casado, Ediciones JC 2011.



"Viajé con otro ayudante de dirección, Roberto Cirla, italiano radicado en Madrid con el que trabajamos en The adventurers. Creo que fue en el 69, en un momento en que paró la producción americana para rever los costos que se estaban disparando. Teníamos dinero ahorrado y otro dinero que nos debían y nos pagarían en un mes por giro a donde estuviéramos. Teníamos un presupuesto de un dólar por día cada uno. Viajamos con mochila y una carpa y haciendo dedo o trenes que eran muy baratos. Arrancamos por Tánger y de allí por las montañas del Riff hasta Argelia y luego Túnez. Queríamos pasar a Libia y Egipto pero en Libia nos metimos en la franja que era tierra de nadie (había asumido Kadaffi) y dormimos una o dos noches en el cuartel de la policía. Al salir de Túnez la visa ya no servía para volver a entrar y en Libia no nos dejaban seguir. Por fin retrocedimos pero a Egipto no se podía ir en barco, sólo en avión. El plan de bajar hasta el nacimiento del Nilo se frustró. Decidimos subir a Grecia y Turquía y de allí ir en tren hasta la India. Eran treinta días de viaje y también pensamos que desde la costa oriental de la India podíamos embarcarnos y llegar hasta Buenos Aires. En Turquía esperábamos el dinero que nos debían y nos dimos el lujo de alojarnos en una pensión. A los pocos días supimos que Turquía no tenía relaciones comerciales con España y que nunca nos llegaría el giro. Debíamos quince días de hotel. Las últimas pesetas nos alcanzaron para sacar dos billetes en el Orient Express y llegar a Venecia. Y allí esperar el giro. Fuimos sacando nuestras cosas del hotel debajo de los abrigos y guardándolas en una taquilla de la estación. Sin decir que nos íbamos, no sacamos fotos sin película con los dueños del hotel y nunca más los vimos. Compramos queso Provolone y pan y eso comimos los tres días que duró el viaje en tren. Llegamos a Venecia y pensando que ya estaba el dinero nos fuimos a un hotel que no daba desayuno. Craso error. Otros tres días tardó el giro y sólo masticábamos una bolita de chicle y mucha agua. Pedimos ayuda en el consulado argentino y ni pelota. Les avisamos que los iban a llamar de algún restaurante para decirles que dos tipos habían comido hasta reventar pero no tenían para pagar. Fuimos al cuartel de policía para ver si ellos nos prestaban unas liras, pero se nos reían en la cara. Les dijimos que cuando los llamaran de algún restaurante supieran que éramos nosotros. Pasamos por el correo y había llegado el giro. El hambre no nos dio tiempo: compramos lasaña en una rotisería, vino y whiskey y nos inflamos. Por supuesto vomitamos todo. De ahí por fin a Barcelona y Madrid, ya que nos había salido otro trabajo"

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