Fragmento del capítulo "Regalar libros", del libro "ADOLFO ARISTARAIN. Un nuevo humanismo".
"... ... Estoy
preparando un texto titulado “Regalar libros”. Hay libros por
todas partes, en lo que estos veteranos han leído, pensado adaptar
al cine o efectivamente adaptado y rodado. Ahí surge la esencia de
cineastas lectores. El propio Aristarain se ha referido a sí mismo
como una “rata de biblioteca” y lee cómics como Ben
Bolt:
“Me cambiaron la visión del héroe invencible por gente con rasgos
humanos, defectos, pero con sentido del honor, de la lealtad y la
amistad. Creo que Oesterheld, junto con London y Stevenson, nos
dieron el placer de la aventura vivida por gente que sentíamos
podíamos ser nosotros, los lectores, metidos en esas situaciones.
Es curioso que esos valores morales o sociales sigan vigentes en lo
que uno siente o piensa”.
Alguien
que lee y comprende será más difícil de manipular. Mal asunto
cuando aparecen los que te dicen que no leas, o que ellos no leen y
les va muy bien. Estoy hablando con Mario de Fortunata
y Jacinta
y reflexiona sobre esto:
“La
gente piensa que leer a Galdós es un signo de los ricos. ¡Qué no!
Que eso de leer es una cosa que puede hacer usted y además hay
bibliotecas. Y en las bibliotecas municipales hay de todo. Y
dicen: ¡Eso es para los que no tienen nada que hacer! Hay un tipo
de burgués medio raro, esos tíos atravesados, siempre cabreados que
no leen ni dejan leer. Y lo que hacen es mandar al hijo a estudiar
inglés y que vuelva y se meta a trabajar en un banco...”
“Y
te intentan desanimar para que no leas... Eso es lo que más me
fastidia.”
“No
es motivo de charla. Fíjate que podría haber charlas como en
Inglaterra. Fíjate en la diferencia que pueda haber con Argentina.
Este tipo de cultura, de curiosidad, está satisfecha. Los obreros
habían leído a Borges, no a todo Borges, pero lo habían leído. Y
no te digo tipos como Adolfo, con una cultura libresca impresionante.
Las librerías de la calle Lavalle, que las citan en Roma...
y los libros no estaban en estanterías como aquí. Estaban en mesas,
en grandes espacios en mesas. Había cientos, miles de libros. Eso
era impresionante. Que sea efímero, que lo cultiven, eso ya es otra
cosa. Pero cualquier actor argentino... puedes estar hablando con él
de literatura más tiempo...”
Nos
interrumpe Lucas, uno de los perros de Mario. Pienso en la mañana
que Carlos y yo, desorientados con el GPS, llegamos a la casa de
Mario. Y mientras le explicaba mi aventura escribiendo sobre
Aristarain, todavía confuso y sorprendido ante el lugar que nunca
has visto, ante los libros que hay por todas partes, me fijo en el
que tiene en su mesa, que supongo estaba leyendo en aquel momento.
Y se me va la cabeza a otro recuerdo.
Cuando
saco el tema de los libros, Pepe Sacristán sonríe y recuerda con
placer el significado de Roma,
de la efervescencia de Buenos Aires y la formación de Adolfo.
Comparte ese entusiasmo por Hemingway o Stevenson, el cariñoso
recuerdo a Dumas en sus dos películas juntos. Entonces compara ese
Buenos Aires con el Madrid culturalmente siniestro, triste y vulgar
de la dictadura franquista: “Hemos ido formándonos como hemos
podido, leyendo... Yo conozco muy bien Argentina y hay un
cosmopolitismo latente, muy evidente, que influye en la personalidad.
Hay una referencia al cine de género. Se me ocurre que Adolfo es
argentino y lo que ocurre en una ciudad como Buenos Aires. Mientras
aquí pasaban otras cosas”. ... ..."
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