Fragmento del capítulo "Pensión Rojo, 1968", del libro ADOLFO ARISTARAIN. UN NUEVO HUMANISMO. Sergio Casado, Ediciones JC 2011.
"Viajé
con otro ayudante de dirección, Roberto Cirla, italiano radicado en
Madrid con el que trabajamos en The
adventurers. Creo
que fue en el 69, en un momento en que paró la producción americana
para rever los costos que se estaban disparando. Teníamos dinero
ahorrado y otro dinero que nos debían y nos pagarían en un mes por
giro a donde estuviéramos. Teníamos un presupuesto de un dólar
por día cada uno. Viajamos con mochila y una carpa y haciendo dedo
o trenes que eran muy baratos. Arrancamos por Tánger y de allí por
las montañas del Riff hasta Argelia y luego Túnez. Queríamos
pasar a Libia y Egipto pero en Libia nos metimos en la franja que era
tierra de nadie (había asumido Kadaffi) y dormimos una o dos noches
en el cuartel de la policía. Al salir de Túnez la visa ya no
servía para volver a entrar y en Libia no nos dejaban seguir. Por
fin retrocedimos pero a Egipto no se podía ir en barco, sólo en
avión. El plan de bajar hasta el nacimiento del Nilo se frustró.
Decidimos subir a Grecia y Turquía y de allí ir en tren hasta la
India. Eran treinta días de viaje y también pensamos que desde la
costa oriental de la India podíamos embarcarnos y llegar hasta
Buenos Aires. En Turquía esperábamos el dinero que nos debían y
nos dimos el lujo de alojarnos en una pensión. A los pocos días
supimos que Turquía no tenía relaciones comerciales con España y
que nunca nos llegaría el giro. Debíamos quince días de hotel.
Las últimas pesetas nos alcanzaron para sacar dos billetes en el
Orient Express y llegar a Venecia. Y allí esperar el giro. Fuimos
sacando nuestras cosas del hotel debajo de los abrigos y guardándolas
en una taquilla de la estación. Sin decir que nos íbamos, no
sacamos fotos sin película con los dueños del hotel y nunca más
los vimos. Compramos queso Provolone y pan y eso comimos los tres
días que duró el viaje en tren. Llegamos a Venecia y pensando que
ya estaba el dinero nos fuimos a un hotel que no daba desayuno.
Craso error. Otros tres días tardó el giro y sólo masticábamos
una bolita de chicle y mucha agua. Pedimos ayuda en el consulado
argentino y ni pelota. Les avisamos que los iban a llamar de algún
restaurante para decirles que dos tipos habían comido hasta reventar
pero no tenían para pagar. Fuimos al cuartel de policía para ver
si ellos nos prestaban unas liras, pero se nos reían en la cara.
Les dijimos que cuando los llamaran de algún restaurante supieran
que éramos nosotros. Pasamos por el correo y había llegado el
giro. El hambre no nos dio tiempo: compramos lasaña en una
rotisería, vino y whiskey y nos inflamos. Por supuesto vomitamos
todo. De ahí por fin a Barcelona y Madrid, ya que nos había salido
otro trabajo"